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Cantero, pintor de Lopera

Antonio Hernandez.

Paco Cantero vive en el luminoso sur, pero sabe que la luz tiene su sombra aterida en un costado de su imperio. Y sabe que precisamente en el costado es donde está el dolor. Viendo sus penitentes, sus calles solitarias, sus ancianos, sus monjas o sus árboles fantasmales desamparados conocemos que Paco se apunta al alma de las cosas.

Y que las cosas traspasan su frontera de oquedad resplandeciendo de su ser oscuro. A estas alturas de la historia de la plástica, un pintor es su oficio, su precisión, pero también su brujería. Y en Paco Cantero el vuelo tiene una escoba con la que va limpiando el aire y repoblándolo con estremecimiento. El sueño de la razón – ya es sabido – engendra monstruos, parto que en Arte, es, más que alumbramiento, iluminación que nos enseña a mirar la cara oculta de las cosas.

Este pintor lo sabe y nos ofrece sus seres a la intemperie, desnudos. Pero milagrosamente, arropados con el mejor tejido: la ternura.

Antonio Hernandez – Poeta

delopera.com
Francisco Cantero Luque nace en Lopera, provincia de Jaén. Andaluz por tanto que cursa sus estudios de pintura en la Escuela de Artes y Oficios de Jaén.

Realiza una ampliación de sus estudios viajando por distintas ciudades y finalmente se instala en su pueblo natal. Esto hace que Lopera y su entorno sean el centro de su pintura. Todos pasan a ser modelos para sus cuadros: las calles empedradas, el mar de olivos, la cal de las fachadas de las casas, sus gentes, las labores agrícolas….

Cuando alguna vez se le ha preguntado sobre la simbología y el significado de su pintura y sobre el sentido particular que trata de dar a la misma, ofrece como respuesta que tiene dos elementos especialmente significativos: las monjas, Hermanitas de la Cruz que siempre aparecen aunque sean en un recóndito lugar del cuadro y los burros. Y aunque ambos símbolos los pinte pequeñitos, sin un protagonismo destacado, son, en cierta forma, un “sello personal”.

La explicación para él es sencilla: “Tengo gravadas en mi mente, desde niño, las imágenes enlutadas o pardas de los hábitos de las Hermanitas de la Cruz por las blancas calles de mi villa natal, en sus habituales visitas petitorias y a los enfermos; y de algún otro asnillo atado por el ronzal a la argolla de la fachada de una casa de labradores. Son imágenes y contrastes que luego, ya como pintor, me encantaron por su plástica y no dudé en adoptarlos como simbolismo. Esa pareja de monjitas, además de ponerlas como contrapeso en la composición para su equilibrio, tienen una importancia significativa en mi pintura. Las monjas son personas muy pobres, trabajadoras, organizadas y limpias; y yo he querido que los habitantes de ese pueblo andaluz sean como ellas. De ahí esos empedrados, tejados, melonares y olivos…. Organizados y pulcros, sin un desconchado en las fachadas ni nada que demuestre dejadez o pereza. Hay un dicho loperano que dice ”viendo la choza se ve al melonero” lo que permite deducir sobre la personalidad y el carácter de sus habitantes y mis paisajes.

En cuanto a los burros, además de cumplir con la misma función de equilibrio pictórico, también tienen su significación simbólica. El burro es un animal inteligente, perseverante, abnegado, fiel, sensible, prudente, cariñoso, noble, fuerte, tesonero, aunque algo tozudo (por lo que hay que ser bastante “burro” para lograr conseguir personalidad en la pintura). Digamos que, como el burro de la noria, hay que tirar siempre para adelante sin hacer caso a posibles influencias extravagantes ni a los desmayos. Es un trabajo enorme.”

Tal vez por eso, la primera impresión que causa su pintura es que se trata de un estilo naif o realizada por un artista de lo ingenuo. Sin embargo y pese a esa limitada visión de paisajes tanto rústicos como urbanos o la influencia del blanco luminoso de las edificaciones, el azul intenso del cielo andaluz, el ocre de las tierras de secano y el verde del olivo, le permiten elevar a tesis esa limitación de colores que define su concepto artístico.

Otros han calificado su pintura como de miniaturista. Destaca el detalle de muchos elementos de sus cuadros: los empedrados, las hileras de olivos, un ronzal, un trillo…. el juego de luces y sombras. Sin embargo su pintura es netamente genuina y a salvo de influencias de modas pasajeras.

Es también un notable dibujante y ha colaborado con publicaciones de ámbito nacional. En muchas ocasiones, un simple cuaderno de apuntes y un lápiz, le permite recrear pequeños rincones o escenas populares.

Ya en la madurez, se traslada por largas temporadas desde Lopera a Sevilla. Esta circunstancia le ha permitido ampliar los horizontes de su pintura. Gracias a estas estancias en la ciudad, rincones de la misma, iglesias, monumentos y vistas, se han plasmado en nuevos cuadros, ejecutados con la misma minuciosidad y cariño que si de Lopera se tratase. Y han permanecido los colores, el cielo y la luz de Andalucía.

Las dilatadas visitas a Sevilla le han permitido desarrollar también una serie de cuadros relacionados con los toros. Desde escenas de la tradicional corrida hasta experimentos sobre toros y como actúa la luz en un espacio tan especial como sobre el albero de una plaza. Un color más que añadir a su paleta básica. Ha recibido premios en certámenes de arte, pero pese a ello, es poco aficionado a realizar exposiciones con sus obras. Cuando lo ha hecho ha sido tras la insistencia de amigos y entendidos que le han animado a dar a conocer su pintura y permitir que otros disfruten de ella.

También por eso, es poco conocido a nivel general, pero ello no le impide gozar del reconocimiento particular de todos los que le conocen y que aprecian no solo su estilo, sino el contenido de sus cuadros y dibujos así como el arte y la filosofía que transmiten.

La parte técnica la define el propio pintor: “Tengo presente en mi pintura lo que dijo un poeta loperano: – Nunca verás a gorda exagerada cultivar la amistad de una delgada -. Y en ello me baso en el empleo del color. Trato de resaltar los colores yuxtaponiéndoles sus contrarios para que las “gordas” sean más gordas y las “delgadas” más delgadas. Aunque haciéndolo siempre armónicamente, sin grandes estridencias. También porque así lo requiere mi estilo, cuidando que el dibujo sea correcto y con buenas perspectivas, tanto lineales como aéreas.”

La trayectoria vital y artística se cierra con continuos dibujos a plumilla, recordando actividades locales y tradicionales, grupos y tal vez recuerdos de tiempos pasados que afloran en la memoria del artista.

 

Lopera

Lopera

El paisaje urbano de su pueblo natal y por extensión de la capital de provincia, Jaén.

Primeras Épocas

Aprendiendo y desarrollando la técnica. 

Experimentando temas propios.

Taurinos

Una gran afición.

La estética y plasticidad de la Fiesta de los Toros.

Sevilla

La gran capital pero bajo el mismo cielo azul.

Personajes y costumbres

Como el mismo autor explica, cuida el detalle del dibujo y la perspectiva. En las calles, como un “sello personal” las Hermanitas de la Cruz y algún burrito equilibran el cuadro.

Plumilla

La actividad constante y la búsqueda de la inspiración.

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